El
ser humano es sociable y competitivo por naturaleza y se siente seguro cuando
pertenece a un grupo.
La
fuerza que recibe de éste puede manejarse de diferentes formas según sea la
calidad y propósito de la asociación y por otro lado las ideas y creencias del
grupo terminan siendo filtro para la visión del mundo de cada uno de sus
miembros, convirtiéndose en parte de sus creencias vitales. Individuo y grupo se retroalimentan,
complementan y definen.

necesidad de cuestionarlas. Discursos capaces de ser flexibles solo para adaptarse a los tiempos, modismos o tendencias. Suelen ser cambios de forma, pero no de fondo. En estos casos la competencia no va sobre nada estructural, allí no hay nada que discutir ni pensar y la evolución individual será en la escalada en la jerarquía del grupo. Por una cuota de poder.

Las
autoridades en los diversos temas, tengan el origen que tengan, siempre nos
animan e inspiran. El grupo siempre termina influyendo en nuestras creencias y
los individuos determinando al grupo.

No
hablamos aquí de personalidades competitivas al extremo ni de personalidades
que necesiten medirse a toda hora y momento en una competencia, esos casos
extremos que reflejan inseguridad y otros problemas de personalidad los hay en
todos los grupos y ámbitos. Sin embargo, nos referimos a las personas que están
motivadas a desarrollarse e interactuar con el ambiente. Que desean exponer y
reflejar sus capacidades y habilidades que estén dispuestos a afrontar desafíos
y sean capaces de afrontar el fracaso como parte del aprendizaje. Todos tenemos
esta ‘mochila’ competitiva en nuestro ADN queda de nuestra parte establecer
contra qué, quién y cómo competimos.
Afortunadamente somos libres de elegir
nuestras batallas ¿has pensado las tuyas?
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